La ansiedad presenta variados síntomas físicos, que paciente a menudo confunde con patologías orgánicas. Debido a ello, el diagnóstico diferencial es primordial antes de encarar un tratamiento psicológico.
La angustia es una reacción esperable ante determinadas circunstancias y no constituye un trastorno. Sin embargo, en ocasiones se vuelve desproporcionada en cuanto a intensidad, frecuencia y duración. En estos casos se presenta al modo de grandes crisis o ataques de pánico, con sensación de terror súbito, miedo a perder el control o la cordura y sensación de muerte inminente. Todo ello se suele acompañar de sudoración, sofocación, rubor, mareos, inestabilidad y sensación de desfallecimiento.
Puede haber diversas manifestaciones precordiales, que el paciente suele confundir con un ataque cardíaco. Entre ellas son habituales las palpitaciones o taquicardia, la sensación de opresión torácica, de ahogo o de paro respiratorio.
También puede haber nauseas y malestar intestinal, sensación de adormecimiento u hormigueo en las extremidades y en otras partes del cuerpo. En la mayoría de los casos, estas grandes crisis suelen ser esporádicas y de corta duración. No obstante, son frecuentes las pequeñas crisis en las que sólo predomina alguno de los síntomas anteriores. Los pacientes entonces se ven afectados por algún malestar torácico o respiratorio, cefaleas tensionales o bien sensación de debilidad o vértigo, que también pueden acompañarse de sensación de irrealidad o despersonalización.
A menudo llegan a consulta pacientes que a lo largo de su vida experimentaron alguno de estos síntomas menores. Refieren que no les habían dado mayor importancia, hasta que sobrevino una crisis de ansiedad. A partir de entonces, todo síntoma es interpretado como el inicio de un ataque, que no se produce, pero que mantiene al paciente en permanente estado de alerta.
Puede ocurrir que el primer ataque de pánico coincida con algún estado de estrés, sobrecarga anímica o patología médica, consumo de tóxicos o estimulantes o privación del sueño.
Cuando la ansiedad no se trata adecuadamente, puede conducir a conductas de evitación. También puede dar lugar a cuadros fóbicos, como la agorafobia y la fobia social.
Ante cuadros de ansiedad, la consulta médica descartará patologías orgánicas e indicará el tratamiento psicológico. Sólo en determinados casos puede ser necesario sumar la medicación con ansiolíticos, pero siempre de modo pautado y acotado en el tiempo.