Diferencias entre Psicoanálisis y Terapias Cognitivo-conductuales

Una pregunta que habitualmente recibimos los psicoanalistas se refiere a las diferencias entre psicoanálisis y terapias cognitivo-conductuales. La pregunta no carece de interés, tanto si proviene de una persona que debe decidir entre un tratamiento u otro, como de un alumno de psicología en proceso de elegir línea teórica. A este último, si opta por el psicoanálisis, la cuestión también le interesará como paciente, ya que el propio análisis es condición ética y de formación de todo analista.

En su propósito de dar respuesta al sufrimiento, todas las escuelas psicológicas necesitan comprender el funcionamiento del psiquismo. Sus observaciones se plasman en teorías que definen una visión particular del ser humano y fundamentan los diversos procedimientos clínicos. Aunque éstos tienen gran importancia práctica, es la filosofía subyacente la que orienta todo el quehacer profesional y determina su ética.

Tanto las psicoterapias como el psicoanálisis trabajan con el malestar psicológico, pero parten de dos concepciones diferentes del ser humano. Como consecuencia, sus abordajes clínicos son muy distintos. 

Terapias cognitivo-conductuales

Las terapias de la conducta se originan en los trabajos de Iván Pavlov, que investigó los reflejos en animales. Posteriormente, John Watson rechazó considerar la subjetividad humana, en aras de la objetividad. Así, propuso la experimentación animal como método de investigación psicológica. 

El estudio del aprendizaje derivó en la corriente cognitiva, según la cual, los procesos cognitivos son la base de la conducta. La perspectiva cognitiva-conductual considera que los síntomas derivan de pensamientos distorsionados e irracionales del paciente. Son respuestas equivocadas que determinan emociones negativas y que pueden modificarse mediante reeducación.

El tratamiento consiste en identificar los pensamientos irracionales, falsos o incorrectos y reemplazarlos por otros lógicos o ajustados a la realidad, sugeridos por el terapeuta. 

La psicología, desde esta perspectiva, pertenece a las ciencias naturales. Considera al paciente de naturaleza biológica y pasible de ser cuantificado y objetivado. Considera también que el paciente puede ser reconducido al estado de bienestar perdido, que es independiente de aquél, pues coincide con la «normalidad». 

La finalidad del tratamiento es la supresión del síntoma y no toma en cuenta la historia del paciente, sino sólo el aquí y ahora. El saber está ubicado fuera del paciente, que parte de un error subsanable mediante la reeducación. 

El terapeuta, por tanto, guía al paciente mediante técnicas, instrucciones e indicaciones hacia la reeducación y la adaptación social. 

El psicoanálisis

El psicoanálisis considera que el ser humano está radicalmente dividido entre la búsqueda de placer y la búsqueda de sufrimiento. Esto no ocurre por un error de pensamiento sino que, muy por el contrario, es constitutivo y esencial. 

En tanto el anhelo de bienestar suele ser consciente, el apego al sufrimiento, la tendencia a repetir patrones dolorosos es inconsciente. Quién no ha escuchado a su mejor amigo quejarse de tal o cual conducta indeseada de sí, para, acto seguido, oponerse por completo a la menor sugerencia de cómo cambiarla.

El inconsciente, verdadero motor de la conducta, trabaja todo el tiempo en el sentido de revelar esta división esencial, evidente en los síntomas. De ahí la repetición de la que se quejan los pacientes: «Siempre me pasa lo mismo”, «Nunca consigo tal o cual cosa”. De ahí, también, que cuando un tratamiento sólo busca la desaparición de un síntoma, éste se desplaza, es decir, tarde o temprano reaparece, ya sea bajo la misma forma o bajo un aspecto diferente.

El psicoanálisis, por tanto, considera al síntoma como una manifestación legítima, una manera en que lo más verdadero del paciente intenta expresarse. Por eso le pide que hable de lo que le ocurre, de lo que siente, de su historia, de sus creencias, pues en estos relatos irá descubriendo sus sentidos y asumirá su deseo, único modo de acotar el sufrimiento.

En el curso de un análisis, una vez desvelado su sentido, los síntomas desaparecen. Sin embargo éste no es el objetivo final del tratamiento, sino una consecuencia secundaria del trabajo analítico. La meta es que el paciente pueda alcanzar una posición diferente respecto al sufrimiento. 

De lo anterior se desprende que el psicoanálisis propone una concepción de lo singular, del caso por caso, según la cual el bienestar ni es general, ni ajustado a una supuesta «normalidad», sino particularísimo de cada persona. 

Por esto los psicoanalistas nos abstenemos de dar indicaciones al paciente respecto a qué debe hacer o qué le conviene. Apostamos por la escucha, el señalamiento y la interpretación, ya que sólo el paciente puede decir -pues sólo él conoce- aquello que verdaderamente le concierne.

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