PAREJA
Entre el amor y el deseo
¿Cuáles son los desafíos actuales para formar un vínculo estable?
Los patrones vinculares que se constituyen en la infancia modelan las relaciones sexo-afectivas en la vida adulta
"Formar" pareja
Todo psicoanálisis transita las cuestiones del amor, y la dificultad para formar una relación de pareja estable es una de las que más frustración produce. El encuentro amoroso confronta a muchas personas con miedos, repeticiones y obstáculos internos difíciles de reconocer a simple vista.
En tratamiento, se descubre con frecuencia que el problema no radica en la falta de oportunidades ni en el entorno —apps de citas, el contexto social, la época—, sino en la forma singular en que cada persona se posiciona frente a la experiencia amorosa. A menudo la idealización del amor, el temor a la intimidad, así como fantasías, exigencias o defensas inconscientes, obstaculizan el desarrollo de un vínculo sexo-afectivo satisfactorio.
La terapia interroga estas cuestiones y a menudo descubre repeticiones que operan como patrones inconscientes singulares.
"Formar" pareja
Todo psicoanálisis transita las cuestiones del amor, y la dificultad para formar una relación de pareja estable es una de las que más frustración produce. El encuentro amoroso confronta a muchas personas con miedos, repeticiones y obstáculos internos difíciles de reconocer a simple vista.
En tratamiento, se descubre con frecuencia que el problema no radica en la falta de oportunidades ni en el entorno —apps de citas, el contexto social, la época—, sino en la forma singular en que cada persona se posiciona frente a la experiencia amorosa. A menudo la idealización del amor, el temor a la intimidad, así como fantasías, exigencias o defensas inconscientes, obstaculizan el desarrollo de un vínculo sexo-afectivo satisfactorio.
La terapia interroga estas cuestiones y a menudo descubre repeticiones que operan como patrones inconscientes singulares.
Las idealizaciones
El psicoanálisis explora las idealizaciones que moldean la elección amorosa. En muchos casos, ellas sostienen la búsqueda de la “media naranja” o el «alma gemela»: alguien que complete lo que a uno le falta o que confirme la versión idealizada de uno mismo.
Lejos de todo romanticismo, idealizar es una defensa frente a la diferencia. El otro idealizado deja de ser una persona con deseos propios y pasa a ocupar una función: sostén narcisista, compensación de carencias, garantía de reciprocidad imaginaria. En la práctica dificulta la construcción de una relación real y duradera. La terapia, individual o de pareja, desmonta estas ficciones al interrogar qué papel juegan en el vínculo amoroso.
Las idealizaciones
El psicoanálisis explora las idealizaciones que moldean la elección amorosa. En muchos casos, ellas sostienen la búsqueda de la “media naranja” o el «alma gemela»: alguien que complete lo que a uno le falta o que confirme la versión idealizada de uno mismo.
Lejos de todo romanticismo, idealizar es una defensa frente a la diferencia. El otro idealizado deja de ser una persona con deseos propios y pasa a ocupar una función: sostén narcisista, compensación de carencias, garantía de reciprocidad imaginaria. En la práctica dificulta la construcción de una relación real y duradera. La terapia, individual o de pareja, desmonta estas ficciones al interrogar qué papel juegan en el vínculo amoroso.
La influencia de los modelos parentales
En muchos casos, las exigencias depositadas en la pareja tienen su origen en modelos vinculares tempranos: formas de amor, de control, de ausencia o exceso de presencia inscritas en la infancia. Los patrones vinculares no se generan en el vacío: se constituyen en ese campo afectivo primario y tienden a repetirse, incluso cuando el contexto ha cambiado
Pretender que la pareja se adapte a una imagen ideal —ya sea personal, social o cultural— suele derivar en ruptura o malestar crónico. La clínica lo muestra con claridad en sujetos obsesivos, donde la idealización y la exigencia de control pueden dificultar gravemente la vida afectiva.
Si te interesa el tema, puedes leer más sobre las dificultades que a menudo plantea la estructura obsesiva a la vida amorosa:
La influencia de los modelos parentales
En muchos casos, las exigencias depositadas en la pareja tienen su origen en modelos vinculares tempranos: formas de amor, de control, de ausencia o exceso de presencia inscritas en la infancia. Los patrones vinculares no se generan en el vacío: se constituyen en ese campo afectivo primario y tienden a repetirse, incluso cuando el contexto ha cambiado.
Pretender que la pareja se adapte a una imagen ideal —ya sea personal, social o cultural— suele derivar en ruptura o malestar crónico. La clínica lo muestra con claridad en sujetos obsesivos, donde la idealización y la exigencia de control pueden dificultar gravemente la vida afectiva.
Si te interesa el tema, puedes leer más sobre las dificultades que a menudo plantea la estructura obsesiva a la vida amorosa:
Temores y fantasías
Intimidad, pérdida, rechazo
Más allá de las ideas conscientes sobre el amor, muchas personas se enfrentan a temores profundos que dificultan el sostenimiento de una relación. Estos temores rara vez son explícitos: se manifiestan como evitación, sabotaje, indiferencia o demandas excesivas.
Algunos sujetos temen perderse en el otro; otros, no ser suficiente o ser abandonados. El miedo a defraudar o a no ser capaz de poner límite puede llevar a mantener relaciones superficiales, distantes o interrumpidas apenas aparecen signos de compromiso.
La temida diferencia
Algunas personas no toleran la diferencia del otro: intentan modificar su carácter, moldear sus hábitos, corregir su forma de desear. Este impulso, aunque a veces se presenta como amor o cuidado, revela una dificultad más profunda para alojar la alteridad.
En el vínculo de pareja, esta dificultad suele expresarse como conflicto constante, sensación de incompatibilidad o necesidad de control. Se espera que el otro responda al propio ideal, y cualquier divergencia se experimenta como amenaza o desamor.
Temores y fantasías
Intimidad, pérdida, rechazo
Más allá de las ideas conscientes sobre el amor, muchas personas se enfrentan a temores profundos que dificultan el sostenimiento de una relación. Estos temores rara vez son explícitos: se manifiestan como evitación, sabotaje, indiferencia o demandas excesivas.
Algunos sujetos temen perderse en el otro; otros, no ser suficiente o ser abandonados. El miedo a defraudar o a no ser capaz de poner límite puede llevar a mantener relaciones superficiales, distantes o interrumpidas apenas aparecen signos de compromiso.
La temida diferencia
Algunas personas no toleran la diferencia del otro: intentan modificar su carácter, moldear sus hábitos, corregir su forma de desear. Este impulso, aunque a veces se presenta como amor o cuidado, revela una dificultad más profunda para alojar la alteridad.
En el vínculo de pareja, esta dificultad suele expresarse como conflicto constante, sensación de incompatibilidad o necesidad de control. Se espera que el otro responda al propio ideal, y cualquier divergencia se experimenta como amenaza o desamor.
La terapia —individual o de pareja— permite interrogar este tipo de dinámicas, haciendo visible lo que se repite y abriendo la posibilidad de un vínculo más auténtico, donde la diferencia no sea vivida como falla, sino como condición de lo amoroso.
Si esta problemática te afecta, puedes pedir cita
El guion inconsciente del amor
A menudo el amor está atrapado en un guion repetido que anticipa decepción, traición, sacrificio o salvación. Estas fantasías inconscientes se vuelven fuente de sufrimiento, pues rigidizan las relaciones y frustran el deseo. Ellas determinan, por ejemplo, que alguien sólo se interese por personas inaccesibles; o que necesite una pareja a la que salvar, sostener o educar; o que entienda todo compromiso como pérdida de libertad.
En el trabajo terapéutico, se explora cómo se construyeron esas fantasías, qué papel cumplen y qué otras posiciones subjetivas podrían abrirse. Esto permite acceder a una forma más libre y singular de vincularse.
La fantasía de fusión: ¿amor o simbiosis?
En muchas relaciones aparece, de forma más o menos evidente, una expectativa implícita: que el otro sepa sin que se le diga, que adivine, que anticipe. Se espera que entienda un gesto, un silencio, un estado de ánimo sin necesidad de palabra. Esta demanda suele surgir de una fantasía de fusión: la idea inconsciente de que amar es compartirlo todo, sin límites claros entre uno y otro, como si pensar distinto o necesitar cosas diferentes fuera una amenaza para el vínculo.
El guión inconsciente del amor
A menudo el amor está atrapado en un guión repetido que anticipa decepción, traición, sacrificio o salvación. Estas fantasías inconscientes se vuelven fuente de sufrimiento, pues rigidizan las relaciones y frustran el deseo. Ellas determinan, por ejemplo, que alguien sólo se interese por personas inaccesibles; o que necesite una pareja a la que salvar, sostener o educar; o que entienda todo compromiso como pérdida de libertad.
En el trabajo terapéutico, se explora cómo se construyeron esas fantasías, qué papel cumplen y qué otras posiciones subjetivas podrían abrirse. Esto permite acceder a una forma más libre y singular de vincularse.
La fantasía de fusión: ¿amor o simbiosis?
En muchas relaciones aparece, de forma más o menos evidente, una expectativa implícita: que el otro sepa sin que se le diga, que adivine, que anticipe. Se espera que entienda un gesto, un silencio, un estado de ánimo sin necesidad de palabra. Esta demanda suele surgir de una fantasía de fusión: la idea inconsciente de que amar es compartirlo todo, sin límites claros entre uno y otro, como si pensar distinto o necesitar cosas diferentes fuera una amenaza para el vínculo.
Desde esta lógica, cualquier distancia puede vivirse como desamor, y cualquier malentendido como traición. El otro no es reconocido como sujeto autónomo, sino como una extensión de sí mismo, alguien que debe interpretar y responder al guión interno que uno lleva consigo —ese mismo guión del que muchas veces ni siquiera se es del todo consciente. Cuando esta expectativa no se cumple, aparece la frustración, el reproche o incluso la retirada afectiva.
En el trabajo clínico, se explora el origen de esta fantasía. A menudo se sitúa en vínculos tempranos, donde la fusión era necesaria para sobrevivir. Aprender a poner en palabras lo que se necesita y desea implica asumir una posición diferente en el amor: menos idealizada, más real, pero también más libre.
«Ponerle el cuerpo» al amor
La relación con el propio cuerpo tiene un papel crucial en los vínculos amorosos. No se trata solo de imagen corporal o sexualidad, sino del modo en que cada uno habita su cuerpo, lo siente y lo pone en juego ante el deseo del otro.
Experiencias afectivas tempranas —de contacto, cuidado, rechazo o intrusión— dejan marcas que inciden en el modo en que se tolera o se rechaza la cercanía. En el análisis, estas huellas se articulan con los modos actuales de vinculación, muchas veces inconscientes.
Sexualidad y deseo
El psicoanálisis también se adentra en las dificultades que surgen en el ámbito de la sexualidad. No se trata de catalogar síntomas ni de prescribir técnicas, sino de escuchar cómo se inscribe la experiencia del deseo en la historia de cada sujeto.
La idealización de las relaciones íntimas, sostenida por modelos sociales o experiencias tempranas, puede generar expectativas poco realistas: se espera que el encuentro sexual sea espontáneo, perfecto, sin fallos ni ambivalencias. Esta imagen ideal actúa como un mandato, y frente a ella el cuerpo responde a menudo con inhibición, desconexión o angustia.
El análisis permite desmontar estas ficciones, interrogar el lugar que ocupa el deseo en la subjetividad de cada uno y abrir un espacio donde la sexualidad no esté regida por el deber ni por el miedo, sino por la posibilidad de un vínculo más auténtico con el propio goce y con la diferencia del otro.
Sexualidad y deseo
El psicoanálisis también se adentra en las dificultades que surgen en el ámbito de la sexualidad. No se trata de catalogar síntomas ni de prescribir técnicas, sino de escuchar cómo se inscribe la experiencia del deseo en la historia de cada sujeto.
La idealización de las relaciones íntimas, sostenida por modelos sociales o experiencias tempranas, puede generar expectativas poco realistas: se espera que el encuentro sexual sea espontáneo, perfecto, sin fallos ni ambivalencias. Esta imagen ideal actúa como un mandato, y frente a ella el cuerpo responde a menudo con inhibición, desconexión o angustia.
El análisis permite desmontar estas ficciones, interrogar el lugar que ocupa el deseo en la subjetividad de cada uno y abrir un espacio donde la sexualidad no esté regida por el deber ni por el miedo, sino por la posibilidad de un vínculo más auténtico con el propio goce y con la diferencia del otro.
Sexualidad y rendimiento: el deseo en tiempos de redes
Para muchas personas, especialmente en la adolescencia y la juventud, las relaciones íntimas no solo implican un encuentro con el otro, sino también una forma de validarse frente a una mirada externa. En un contexto en el que las redes sociales modelan lo que “debería” ser atractivo, deseable o exitoso, el deseo puede quedar desplazado por la necesidad de cumplir con ciertas expectativas. Se espera gustar, satisfacer, estar a la altura. Lo íntimo se vuelve evaluable, casi como si se tratara de un examen.
En este marco, el acto sexual pierde a veces su dimensión singular y pasa a vivirse como una actuación aprendida, guiada por imágenes o relatos generalizados —algunos de ellos tomados del cine o de medios donde el cuerpo se representa más como objeto que como lugar de experiencia. Esto puede generar inseguridad, desconexión, inhibiciones o dificultades que no remiten a lo fisiológico, sino al modo en que se vive el propio deseo.
Desde una escucha clínica, estas vivencias no se abordan como “problemas técnicos” a resolver, sino como manifestaciones de una tensión subjetiva entre lo que uno quiere, lo que cree que debería querer y lo que el entorno parece exigir. A veces, lo que está en juego no es el deseo, sino el miedo a no responder a una imagen ideal.
Este malestar —aunque no siempre se nombre— puede trabajarse en análisis, no como disfunción, sino como una vía para comprender qué deseo está en juego y qué lugar se ocupa frente a esa mirada externa.
Si te identificas con esta situación, pide una primera entrevista gratuita.
Sexualidad y rendimiento: el deseo en tiempos de redes
Para muchas personas, especialmente en la adolescencia y la juventud, las relaciones íntimas no solo implican un encuentro con el otro, sino también una forma de validarse frente a una mirada externa. En un contexto en el que las redes sociales modelan lo que “debería” ser atractivo, deseable o exitoso, el deseo puede quedar desplazado por la necesidad de cumplir con ciertas expectativas. Se espera gustar, satisfacer, estar a la altura. Lo íntimo se vuelve evaluable, casi como si se tratara de un examen.
En este marco, el acto sexual pierde a veces su dimensión singular y pasa a vivirse como una actuación aprendida, guiada por imágenes o relatos generalizados —algunos de ellos tomados del cine o de medios donde el cuerpo se representa más como objeto que como lugar de experiencia. Esto puede generar inseguridad, desconexión, inhibiciones o dificultades que no remiten a lo fisiológico, sino al modo en que se vive el propio deseo.
Desde una escucha clínica, estas vivencias no se abordan como “problemas técnicos” a resolver, sino como manifestaciones de una tensión subjetiva entre lo que uno quiere, lo que cree que debería querer y lo que el entorno parece exigir. A veces, lo que está en juego no es el deseo, sino el miedo a no responder a una imagen ideal.
Este malestar —aunque no siempre se nombre— puede trabajarse en análisis, no como disfunción, sino como una vía para comprender qué deseo está en juego y qué lugar se ocupa frente a esa mirada externa.
Si te identificas con esta situación, pide una primera entrevista sin coste
Análisis del vínculo
Desde el psicoanálisis, los vínculos afectivos no se explican solo por afinidades conscientes o decisiones racionales. Cada persona entra en relación con el otro desde una historia previa: modelos parentales, huellas tempranas, escenas repetidas, lugares ya ocupados. Por eso, más allá de lo que se busca o se dice querer, muchas veces se termina en relaciones que repiten lo ya conocido.
En la clínica son motivo frecuente de consulta las relaciones basadas en la necesidad más que en el deseo: dependencia emocional, co-dependencia, relaciones simbióticas que diluyen los límites entre uno y otro. Aunque pueden vivirse con gran intensidad, suelen restringir la autonomía, inhibir el deseo y generar malestar persistente.
Análisis del vínculo
Desde el psicoanálisis, los vínculos afectivos no se explican solo por afinidades conscientes o decisiones racionales. Cada persona entra en relación con el otro desde una historia previa: modelos parentales, huellas tempranas, escenas repetidas, lugares ya ocupados. Por eso, más allá de lo que se busca o se dice querer, muchas veces se termina en relaciones que repiten lo ya conocido.
En la clínica son motivo frecuente de consulta las relaciones basadas en la necesidad más que en el deseo: dependencia emocional, co-dependencia, relaciones simbióticas que diluyen los límites entre uno y otro. Aunque pueden vivirse con gran intensidad, suelen restringir la autonomía, inhibir el deseo y generar malestar persistente.
También son frecuentes los casos en que uno de los integrantes adopta una posición de control, validación o dominio del otro. La pareja narcisista no necesariamente se reconoce como tal, pero su modo de vincularse gira en torno a una lógica unilateral: lo que el otro siente, piensa o necesita queda subordinado a la confirmación del propio yo. Estas relaciones pueden derivar en manipulación, culpa, sumisión e incluso maltrato psicológico. Sus efectos van más allá de la dinámica de pareja, modificando la autoestima de quien lo sufre, con secuelas en el resto de los ámbitos.
El maltrato psicológico —así como el físico— produce efectos duraderos que requieren a menudo un abordaje interdisciplinario, pero que en el análisis encuentran un espacio para interrogar el lugar que se ocupa en esa escena.
En otros casos, el sufrimiento no proviene de una relación presente, sino de la imposibilidad de sostenerla. El temor al rechazo, al compromiso, al fracaso o al deseo mismo, puede llevar a cortar el lazo antes de que se construya, pues se lo vive como exigencia, como amenaza, o incluso como posibilidad deseada.
Analizar un vínculo no es juzgarlo ni encasillarlo, sino poder preguntarse qué lo sostiene, qué se pone en juego en él y qué se repite. Solo así es posible abrir espacio a una forma de encuentro menos guiada por los automatismos y más por el deseo.
Si estás atravesando una situación de pareja que te genera sufrimiento, o si deseas entender por qué se repiten ciertos vínculos, puedes solicitar una primera consulta sin coste.
¿Terapia individual o terapia de pareja?
No toda dificultad en la vida amorosa requiere una terapia de pareja. Lo que se repite en el vínculo —discusiones que escalan, distanciamiento, dependencia afectiva, pérdida del deseo— siempre tiene raíces singulares. Para el psicoanálisis, la pareja no es una entidad en sí misma, sino un encuentro entre dos subjetividades, con deseos, fantasías y modos propios de vincularse, disfrutar y sufrir.
Por ello, el psicoanálisis no enseña a “comunicarse mejor”, ni ejerce una mediación. Tampoco considera la continuidad del vínculo como un fin en sí mismo. Propone un trabajo más profundo: abrir un lugar para aquello que se repite y dar palabra a lo que actúa sin que cada uno sepa. Ya sea en una terapia individual o en un dispositivo vincular, el objetivo no es intervenir desde fuera, sino comprender desde dentro: ¿qué lugar ocupo en esta relación? ¿por qué la elijo o la mantengo? ¿qué deseo está en juego?
¿Individual o de pareja?
No toda dificultad en la vida amorosa requiere una terapia de pareja. Lo que se repite en el vínculo —discusiones que escalan, distanciamiento, dependencia afectiva, pérdida del deseo— siempre tiene raíces singulares. Para el psicoanálisis, la pareja no es una entidad en sí misma, sino un encuentro entre dos subjetividades, con deseos, fantasías y modos propios de vincularse, disfrutar y sufrir.
Por ello, el psicoanálisis no enseña a “comunicarse mejor”, ni ejerce una mediación. Tampoco considera la continuidad del vínculo como un fin en sí mismo. Propone un trabajo más profundo: abrir un lugar para aquello que se repite y dar palabra a lo que actúa sin que cada uno sepa. Ya sea en una terapia individual o en un dispositivo vincular, el objetivo no es intervenir desde fuera, sino comprender desde dentro: ¿qué lugar ocupo en esta relación? ¿por qué la elijo o la mantengo? ¿qué deseo está en juego?
En la sesión, se trata de dos subjetividades que hablan, cada una con su implicación en lo que ocurre. El trabajo analítico persigue el surgimiento de un punto de enigma en cada uno respecto a lo que ese vínculo hace resonar, algo que no es compartido ni simétrico.
El sufrimiento siempre tiene causas distintas en cada uno, aunque se exprese en una escena común. Trabajar con dos no implica diluir las diferencias, sino sostenerlas para que algo de lo singular se escuche.
La idea de “formar pareja” suele evocar un ideal de encaje, como si el otro pudiera completar lo que falta. El psicoanálisis se distancia de esa lógica. No se trata de encajar ni de corregir el desajuste, sino de poder habitarlo.
Sostener una relación no es borrar el malentendido, sino encontrar un modo singular de tramitarlo, sin quedar encallados en él.
En la sesión, se trata de dos subjetividades que hablan, cada una con su implicación en lo que ocurre. El trabajo analítico persigue el surgimiento de un punto de enigma en cada uno respecto a lo que ese vínculo hace resonar, algo que no es compartido ni simétrico.
El sufrimiento siempre tiene causas distintas en cada uno, aunque se exprese en una escena común. Trabajar con dos no implica diluir las diferencias, sino sostenerlas para que algo de lo singular se escuche.
La idea de “formar pareja” suele evocar un ideal de encaje, como si el otro pudiera completar lo que falta. El psicoanálisis se distancia de esa lógica. No se trata de encajar ni de corregir el desajuste, sino de poder habitarlo.
Sostener una relación no es borrar el malentendido, sino encontrar un modo singular de tramitarlo, sin quedar encallados en él.
Mónica Pereira Vaccaro – Psicóloga Sanitaria, Psicoanalista
Av. Diagonal, 296, Entresuelo 2 (E2), 08013 Barcelona
Cómo llegar:
Metro: L1 Glòries, L2 Monumental, L5 Sagrada Família
Bus: 7, H12, H10, H14, V21, V23, V25, D50
Renfe: Clot
Barrios cercanos: Sagrada Família, Clot, Fort Pienc, Sant Martí, Eixample
