Ansiedad y Fobias
Cuando el cuerpo irrumpe en la escena,
o escapa de ella
¿Hay alternativas al uso de ansiolíticos
y a las técnicas de "gestión"?
La ansiedad se impone sin aviso y sin causa aparente. Pero nunca es sin sentido. A veces da paso a la fobia.
Ansiedad: ¿enfermedad moderna?
La ansiedad se presenta hoy como uno de los motivos de consulta más extendidos. Sin embargo, no es una enfermedad nueva ni un síntoma exclusivo de nuestro tiempo. Hace más de un siglo, la clínica del psicoanálisis ya la nombraba como neurosis de angustia. reconocía en ella una manifestación psíquica con efectos intensos sobre el cuerpo.
Desde el psicoanálisis, la ansiedad no es un trastorno aislado ni una patología que se pueda “gestionar”. Es una forma singular de sufrimiento que puede adoptar distintas formas: crisis súbitas, miedos flotantes o conductas de evitación. Su rasgo común es que a priori el paciente no logra establecer una causa. Sin embargo siempre subyace un sentido que es necesario desvelar.
Ansiedad: ¿enfermedad moderna?
La ansiedad se presenta hoy como uno de los motivos de consulta más extendidos. Sin embargo, no es una enfermedad nueva ni un síntoma exclusivo de nuestro tiempo. Hace más de un siglo, la clínica del psicoanálisis ya la nombraba como neurosis de angustia. reconocía en ella una manifestación psíquica con efectos intensos sobre el cuerpo.
Desde el psicoanálisis, la ansiedad no es un trastorno aislado ni una patología que se pueda “gestionar”. Es una forma singular de sufrimiento que puede adoptar distintas formas: crisis súbitas, miedos flotantes o conductas de evitación. Su rasgo común es que a priori el paciente no logra establecer una causa. Sin embargo siempre subyace un sentido que es necesario desvelar.
La base ansiosa: ¿Cuándo empezó todo?
Muchos pacientes que consultan por ansiedad señalan un momento concreto en el que la ansiedad hizo su entrada en la experiencia del sujeto. A partir de allí, no se fue del todo: persiste como una inquietud de fondo, como un estado de alerta constante
La ansiedad no siempre aparece como crisis evidentes. A veces se manifiesta como una tensión constante, una hipervigilancia sin objeto claro, o una sensación vaga pero persistente de peligro. Estos estados suelen haber estado presentes mucho antes de que el paciente los reconociera como un problema.
La entrevista clínica permite detectar este trasfondo, que muchas veces el propio sujeto ha confundido con su “modo de ser». Identificar esta base ansiosa no significa poner una etiqueta ni anticipar un diagnóstico. Es, más bien, el punto de partida para escuchar qué sentido tiene la ansiedad en la vida del sujeto, qué historia cuenta a su manera.
La base ansiosa: ¿Cuándo empezó todo?
Muchos pacientes que consultan por ansiedad señalan un momento concreto en el que la ansiedad hizo su entrada en la experiencia del sujeto. A partir de allí, no se fue del todo: persiste como una inquietud de fondo, como un estado de alerta constante
La ansiedad no siempre aparece como crisis evidentes. A veces se manifiesta como una tensión constante, una hipervigilancia sin objeto claro, o una sensación vaga pero persistente de peligro. Estos estados suelen haber estado presentes mucho antes de que el paciente los reconociera como un problema.
La entrevista clínica permite detectar este trasfondo, que muchas veces el propio sujeto ha confundido con su “modo de ser». Identificar esta base ansiosa no significa poner una etiqueta ni anticipar un diagnóstico. Es, más bien, el punto de partida para escuchar qué sentido tiene la ansiedad en la vida del sujeto, qué historia cuenta a su manera.
Síntomas de ansiedad
Síntomas físicos
La ansiedad asalta el cuerpo de manera perturbadora. Los síntomas no siguen una lógica médica evidente y, sin embargo, son intensamente reales y desbordantes para quien los padece. Se presentan de forma súbita o persistente, a menudo con una dimensión de amenaza vital que lleva a consultar en servicios médicos.
Los síntomas físicos más frecuentes de la ansiedad son:
Tensión muscular persistente, con contracturas en cuello, hombros o mandíbula, que no ceden con descanso ni masaje. Sensación de hormigueo o entumecimiento en extremidades.
Alteraciones respiratorias, como sensación de falta de aire, hiperventilación o respiración entrecortada.
Palpitaciones, taquicardia o sensación de golpe en el pecho, incluso en reposo o al despertar.
Mareos, inestabilidad o vértigo, sin causa neurológica identificable.
Malestares gástricos: náuseas, sensación de nudo en el estómago, digestión pesada, acidez o episodios de diarrea. Urgencia miccional frecuente sin causa urológica.
Sudoración excesiva, manos frías o temblores, sin relación con la temperatura ambiente.
Sequedad bucal, dificultad para tragar o nudo en la garganta, como si algo impidiera hablar o respirar con normalidad.
Insomnio, tanto por dificultad para conciliar el sueño como por despertares repetidos cargados de inquietud. Irritabilidad física, con sobresaltos, intolerancia a ruidos, luces o ciertos estímulos cotidianos.
Síntomas emocionales
La ansiedad no solo se manifiesta en el cuerpo. Emocionalmente, genera una sensación de amenaza permanente, sin causa aparente. El sujeto experimenta:
Miedo intenso y sin objeto.
Irritabilidad o sobresaltos ante estímulos leves.
Labilidad emocional (llanto fácil, frustración).
Sensación de estar desbordado o fuera de control.
Agotamiento afectivo tras mantener el control frente a otros.
Síntomas cognitivos y conductuales
En el plano cognitivo y del comportamiento, la ansiedad puede adoptar formas menos evidentes, pero igualmente limitantes:
Pensamientos intrusivos o repetitivos.
Anticipación catastrófica (lo peor “va a pasar”).
Dificultad para concentrarse o tomar decisiones.
Sensación de confusión mental o bloqueo.
Evitación de lugares, personas o situaciones sin justificación clara.
Revisión compulsiva de lo hecho o dicho.
Necesidad constante de control: rutinas, horarios, personas.
Búsqueda de seguridad o aprobación externas.
Reacciones impulsivas para cortar la inquietud (discusiones, huidas).
Síntomas cognitivos y conductuales
En el plano cognitivo y del comportamiento, la ansiedad puede adoptar formas menos evidentes, pero igualmente limitantes:
Pensamientos intrusivos o repetitivos.
Anticipación catastrófica (lo peor “va a pasar”).
Dificultad para concentrarse o tomar decisiones.
Sensación de confusión mental o bloqueo.
Evitación de lugares, personas o situaciones sin justificación clara.
Revisión compulsiva de lo hecho o dicho.
Necesidad constante de control: rutinas, horarios, personas.
Búsqueda de seguridad o aprobación externas.
Reacciones impulsivas para cortar la inquietud (discusiones, huidas).
Estas manifestaciones generan una vivencia de descontrol físico que el sujeto no logra explicar. La experiencia puede alcanzar una intensidad tal que quien la atraviesa teme estar padeciendo un infarto, una enfermedad neurológica o incluso pérdida de cordura
Si te sientes reflejado en alguno de estos síntomas, podemos comenzar a ponerlo en palabras.
Síntomas de ansiedad
Síntomas físicos
La ansiedad asalta el cuerpo de manera perturbadora. Los síntomas no siguen una lógica médica evidente y, sin embargo, son intensamente reales y desbordantes para quien los padece. Se presentan de forma súbita o persistente, a menudo con una dimensión de amenaza vital que lleva a consultar en servicios médicos.
Los síntomas físicos más frecuentes de la ansiedad son:
Tensión muscular persistente, con contracturas en cuello, hombros o mandíbula, que no ceden con descanso ni masaje. Sensación de hormigueo o entumecimiento en extremidades.
Alteraciones respiratorias, como sensación de falta de aire, hiperventilación o respiración entrecortada.
Palpitaciones, taquicardia o sensación de golpe en el pecho, incluso en reposo o al despertar.
Mareos, inestabilidad o vértigo, sin causa neurológica identificable.
Malestares gástricos: náuseas, sensación de nudo en el estómago, digestión pesada, acidez o episodios de diarrea. Urgencia miccional frecuente sin causa urológica.
Sudoración excesiva, manos frías o temblores, sin relación con la temperatura ambiente.
Sequedad bucal, dificultad para tragar o nudo en la garganta, como si algo impidiera hablar o respirar con normalidad.
Insomnio, tanto por dificultad para conciliar el sueño como por despertares repetidos cargados de inquietud. Irritabilidad física, con sobresaltos, intolerancia a ruidos, luces o ciertos estímulos cotidianos.
Síntomas emocionales
La ansiedad no solo se manifiesta en el cuerpo. Emocionalmente, genera una sensación de amenaza permanente, sin causa aparente. El sujeto experimenta:
Miedo intenso y sin objeto.
Irritabilidad o sobresaltos ante estímulos leves.
Labilidad emocional (llanto fácil, frustración).
Sensación de estar desbordado o fuera de control.
Agotamiento afectivo tras mantener el control frente a otros.
Síntomas cognitivos y conductuales
En el plano cognitivo y del comportamiento, la ansiedad puede adoptar formas menos evidentes, pero igualmente limitantes:
Pensamientos intrusivos o repetitivos.
Anticipación catastrófica (lo peor “va a pasar”).
Dificultad para concentrarse o tomar decisiones.
Sensación de confusión mental o bloqueo.
Evitación de lugares, personas o situaciones sin justificación clara.
Revisión compulsiva de lo hecho o dicho.
Necesidad constante de control: rutinas, horarios, personas.
Búsqueda de seguridad o aprobación externas.
Reacciones impulsivas para cortar la inquietud (discusiones, huidas).
Estas manifestaciones generan una vivencia de descontrol físico que el sujeto no logra explicar. La experiencia puede alcanzar una intensidad tal que quien la atraviesa teme estar padeciendo un infarto, una enfermedad neurológica o incluso pérdida de cordura.
Si te sientes reflejado en alguno de estos síntomas, podemos comenzar a ponerlo en palabras.
Aportes de la Psico-Neuro-Endocrino-Inmunología
La mayoría de los casos de ansiedad involucran al cuerpo de algún modo: palpitaciones, sudoración, tensión muscular o insomnio surgen sin una causa aparente.
La Psico-Neuro-Endocrino-Inmunología (PNIE) da cuenta de cómo el sistema nervioso autónomo, las hormonas del estrés y ciertos mediadores inmunológicos participan en estas respuestas. No se trata de causas, sino de mecanismos implicados en la forma que toma el malestar.
Cuando el organismo percibe una amenaza —aunque esta no sea real o inmediata—, se activa el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA), liberando sustancias como el cortisol. Si esta activación se mantiene sin resolución, puede alterar el sueño, la digestión, el estado de ánimo e incluso la inmunidad. La ansiedad no solo se siente: se regula —o se desregula— en el cuerpo.
Este enfoque no reemplaza el análisis, pero lo complementa. La PNIE permite situar el cuerpo en la experiencia del malestar desde una perspectiva biológica, describiendo los mecanismos por los que se sostiene una respuesta de alarma persistente. El psicoanálisis, por su parte, no reduce el cuerpo a un mecanismo automático: se interesa por el sentido singular que esa respuesta tiene para el sujeto. Comprender cómo se organiza y se mantiene esa activación —desde lo fisiológico y desde lo simbólico— permite intervenir de forma más precisa, sin limitarse a apagar síntomas, sino abordando el modo en que el cuerpo ha quedado implicado en un estado de alerta constante.
Impacto en las relaciones y la vida diaria
La ansiedad no sólo afecta al cuerpo. También incide en la forma en que el sujeto se vincula con su entorno. Muchas veces, quienes consultan refieren un cambio progresivo en su cotidiano: actividades antes habituales empiezan a generar evitación, malestar o un agotamiento anticipado difícil de explicar.
La vida social, laboral o afectiva puede verse mermada. A veces el sujeto se aísla por temor a que “le dé algo” en público. En otras, necesita estar acompañado todo el tiempo, apoyándose en figuras protectoras. Estas funcionan como los llamados objetos contra-fóbicos: personas o situaciones que ayudan a sostener la angustia, pero que a la vez la consolidan.
Esto puede generar una fuerte dependencia, deteriorar la autonomía y limitar la toma de decisiones. La actividad cotidiana se organiza entonces en torno a evitar lo temido, aunque no siempre se sepa exactamente qué es.
Del malestar difuso a la fobia
El temor al juicio ajeno, al error o al ridículo también puede intensificarse, empujando a evitar reuniones, hablar en público o simplemente salir a la calle. El trabajo se convierte en una fuente constante de estrés anticipado, y las relaciones afectivas se deterioran por la sobrecarga emocional que implica sostener el equilibrio ante una ansiedad persistente.
Con el tiempo, la ansiedad no sólo interfiere en la vida diaria: reconfigura la percepción del entorno y del propio cuerpo, estrechando el horizonte de experiencia. En ciertos casos, se desliza hacia una fobia, asociándose a un objeto específico —como la calle, los transportes o la actuación pública— y llevando al paciente a adoptar conductas evitativas cada vez más rígidas para prevenir la angustia.
Aportes de la Psico-Neuro-Endocrino-Inmunología
La mayoría de los casos de ansiedad involucran al cuerpo de algún modo: palpitaciones, sudoración, tensión muscular o insomnio surgen sin una causa aparente.
La Psico-Neuro-Endocrino-Inmunología (PNIE) da cuenta de cómo el sistema nervioso autónomo, las hormonas del estrés y ciertos mediadores inmunológicos participan en estas respuestas. No se trata de causas, sino de mecanismos implicados en la forma que toma el malestar.
Cuando el organismo percibe una amenaza —aunque esta no sea real o inmediata—, se activa el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA), liberando sustancias como el cortisol. Si esta activación se mantiene sin resolución, puede alterar el sueño, la digestión, el estado de ánimo e incluso la inmunidad. La ansiedad no solo se siente: se regula —o se desregula— en el cuerpo.
Este enfoque no reemplaza el análisis, pero lo complementa. La PNIE permite situar el cuerpo en la experiencia del malestar desde una perspectiva biológica, describiendo los mecanismos por los que se sostiene una respuesta de alarma persistente. El psicoanálisis, por su parte, no reduce el cuerpo a un mecanismo automático: se interesa por el sentido singular que esa respuesta tiene para el sujeto. Comprender cómo se organiza y se mantiene esa activación —desde lo fisiológico y desde lo simbólico— permite intervenir de forma más precisa, sin limitarse a apagar síntomas, sino abordando el modo en que el cuerpo ha quedado implicado en un estado de alerta constante.
Impacto en las relaciones y la vida diaria
La ansiedad no sólo afecta al cuerpo. También incide en la forma en que el sujeto se vincula con su entorno. Muchas veces, quienes consultan refieren un cambio progresivo en su cotidiano: actividades antes habituales empiezan a generar evitación, malestar o un agotamiento anticipado difícil de explicar.
La vida social, laboral o afectiva puede verse mermada. A veces el sujeto se aísla por temor a que “le dé algo” en público. En otras, necesita estar acompañado todo el tiempo, apoyándose en figuras protectoras. Estas funcionan como los llamados objetos contra-fóbicos: personas o situaciones que ayudan a sostener la angustia, pero que a la vez la consolidan.
Esto puede generar una fuerte dependencia, deteriorar la autonomía y limitar la toma de decisiones. La actividad cotidiana se organiza entonces en torno a evitar lo temido, aunque no siempre se sepa exactamente qué es.
Del malestar difuso a la fobia
El temor al juicio ajeno, al error o al ridículo también puede intensificarse, empujando a evitar reuniones, hablar en público o simplemente salir a la calle. El trabajo se convierte en una fuente constante de estrés anticipado, y las relaciones afectivas se deterioran por la sobrecarga emocional que implica sostener el equilibrio ante una ansiedad persistente.
Con el tiempo, la ansiedad no sólo interfiere en la vida diaria: reconfigura la percepción del entorno y del propio cuerpo, estrechando el horizonte de experiencia. En ciertos casos, se desliza hacia una fobia, asociándose a un objeto específico —como la calle, los transportes o la actuación pública— y llevando al paciente a adoptar conductas evitativas cada vez más rígidas para prevenir la angustia.
Fobias: cuando el miedo se anuda a un objeto
La fobia es una forma particular en la que la ansiedad se organiza alrededor de un objeto, una situación o un espacio. A diferencia de los estados de ansiedad difusa, la fobia se presenta como un temor claramente identificado. La agorafobia es la más común, estrechamente relacionada con los trastornos de ansiedad. También es frecuente la fobia social, el miedo a la exposición pública y al juicio de los demás.
De la ansiedad al miedo
El paso de una ansiedad generalizada a una fobia representa, para muchos pacientes, una aparente “mejoría”: el miedo, que antes era difuso y omnipresente, se concentra ahora en algo concreto. Este desplazamiento puede incluso vivirse como un alivio, ya que permite anticipar el peligro y evitarlo.
Pero este alivio es engañoso. Se ha situado en el exterior —en un objeto— lo que no puede elaborarse internamente. El miedo ya no es sin causa, pero esa causa sigue sin ser accesible a la conciencia.
Frente al objeto fobígeno, el sujeto despliega una serie de recursos para evitar el encuentro con lo temido. Esto puede incluir rutas alternativas, acompañantes permanentes o incluso la reclusión en el hogar. Así, la fobia limita progresivamente la vida cotidiana, aunque mantenga a raya —momentáneamente— la angustia.
Fobias: cuando el miedo se anuda a un objeto
La fobia es una forma particular en la que la ansiedad se organiza alrededor de un objeto, una situación o un espacio. A diferencia de los estados de ansiedad difusa, la fobia se presenta como un temor claramente identificado. La agorafobia es la más común, estrechamente relacionada con los trastornos de ansiedad. También es frecuente la fobia social, el miedo a la exposición pública y al juicio de los demás.
De la ansiedad al miedo
El paso de una ansiedad generalizada a una fobia representa, para muchos pacientes, una aparente “mejoría”: el miedo, que antes era difuso y omnipresente, se concentra ahora en algo concreto. Este desplazamiento puede incluso vivirse como un alivio, ya que permite anticipar el peligro y evitarlo.
Pero este alivio es engañoso. Se ha situado en el exterior —en un objeto— lo que no puede elaborarse internamente. El miedo ya no es sin causa, pero esa causa sigue sin ser accesible a la conciencia.
Frente al objeto fobígeno, el sujeto despliega una serie de recursos para evitar el encuentro con lo temido. Esto puede incluir rutas alternativas, acompañantes permanentes o incluso la reclusión en el hogar. Así, la fobia limita progresivamente la vida cotidiana, aunque mantenga a raya —momentáneamente— la angustia.
Tratamiento de la fobia
El Psicoanálisis revela que los objetos temidos (fobígenos) se apoyan en fantasías inconscientes. Por eso las técnicas de desensibilización y sugestión pueden lograr que el paciente pierda el miedo al objeto, pero no evitan que el temor se traslade a otro, o reaparezca bajo un síntoma diferente, ya que no toman en cuenta la vertiente inconsciente, verdadero motor de la fobia.
El psicoanálisis no busca suprimir el miedo mediante técnicas de desensibilización ni sustituirlo por una “conducta adaptada”. Se distancia de cualquier estrategia terapéutica que busque controlar un síntoma sin considerar el sentido que éste tiene para el paciente.
Desde esta perspectiva, la fobia no es un error de procesamiento ni una conducta disfuncional, sino una solución singular a un conflicto inconsciente.
Si crees que un espacio de escucha puede serte útil, contacta.
Tratamiento de la fobia
El Psicoanálisis revela que los objetos temidos (fobígenos) se apoyan en fantasías inconscientes. Por eso las técnicas de desensibilización y sugestión pueden lograr que el paciente pierda el miedo al objeto, pero no evitan que el temor se traslade a otro, o reaparezca bajo un síntoma diferente, ya que no toman en cuenta la vertiente inconsciente, verdadero motor de la fobia.
El psicoanálisis no busca suprimir el miedo mediante técnicas de desensibilización ni sustituirlo por una “conducta adaptada”. Se distancia de cualquier estrategia terapéutica que busque controlar un síntoma sin considerar el sentido que éste tiene para el paciente.
Desde esta perspectiva, la fobia no es un error de procesamiento ni una conducta disfuncional, sino una solución singular a un conflicto inconsciente.
Si crees que un espacio de escucha puede serte útil, contacta.
Tratamiento de la ansiedad
Muy a menudo se escucha hablar de «gestionar la ansiedad». Sin embargo, desde la perspectiva psicoanalítica, este enfoque no resuelve el problema. Aunque las técnicas de gestión pueden ser útiles en momentos de crisis, no abordan las causas subyacentes y mantienen al paciente en un estado de ignorancia respecto a su padecimiento.
Desde el psicoanálisis, la ansiedad se interpreta como una señal que advierte al sujeto sobre áreas de su vida en las que no está siendo fiel a sí mismo. En lugar de gestionar la ansiedad, el tratamiento psicoanalítico se centra en explorar estas causas inconscientes, utilizando la palabra como herramienta clave para revelar las raíces del malestar.
Tratamiento de la ansiedad
Muy a menudo se escucha hablar de «gestionar la ansiedad». Sin embargo, desde la perspectiva psicoanalítica, este enfoque no resuelve el problema. Aunque las técnicas de gestión pueden ser útiles en momentos de crisis, no abordan las causas subyacentes y mantienen al paciente en un estado de ignorancia respecto a su padecimiento.
Desde el psicoanálisis, la ansiedad se interpreta como una señal que advierte al sujeto sobre áreas de su vida en las que no está siendo fiel a sí mismo. En lugar de gestionar la ansiedad, el tratamiento psicoanalítico se centra en explorar estas causas inconscientes, utilizando la palabra como herramienta clave para revelar las raíces del malestar.
Los ansiolíticos
A menudo la ansiedad suele llevar al paciente a los servicios de urgencias médicas. Allí, tras descartar una causa orgánica se concluye el diagnóstico de ansiedad, acompañado de una prescripción farmacológica, habitualmente ansiolíticos.
Estos fármacos pueden ser útiles como medida puntual: calman la agitación, facilitan el descanso y permiten, en algunos casos, sostener situaciones que de otro modo resultarían insoportables. Sin embargo, no resuelven el problema de fondo. Al reducir la intensidad de los síntomas sin abordar su origen, pueden inducir una falsa sensación de control y postergar la pregunta clínica fundamental: ¿Qué está queriendo decir este malestar?
Además, su uso prolongado implica riesgos reales: tolerancia, dependencia, interferencias cognitivas, o una especie de aplanamiento afectivo que empobrece la experiencia subjetiva. Muchas veces, el paciente termina dependiendo del fármaco para dormir, trabajar o salir a la calle, mientras la ansiedad sigue latente.
Un soporte transitorio
Desde la perspectiva psicoanalítica, los ansiolíticos no se excluyen de plano. En ciertos casos pueden funcionar como soporte transitorio, siempre que su uso se inscriba en un proceso de trabajo subjetivo. Pero cuando se convierten en única respuesta frente al malestar, cronifican la evitación y refuerzan la desconexión del paciente con aquello que le ocurre.
Numerosos pacientes que consultan lo hacen después de haber probado diversas medicaciones o técnicas sin resultados duraderos —pastillas, pautas de control, estrategias de gestión— sin lograr que la ansiedad ceda de manera significativa.
El psicoanálisis propone escuchar la ansiedad, no como un simple desajuste químico, sino como una señal que merece ser interrogada.
Los ansiolíticos
A menudo la ansiedad suele llevar al paciente a los servicios de urgencias médicas. Allí, tras descartar una causa orgánica se concluye el diagnóstico de ansiedad, acompañado de una prescripción farmacológica, habitualmente ansiolíticos.
Estos fármacos pueden ser útiles como medida puntual: calman la agitación, facilitan el descanso y permiten, en algunos casos, sostener situaciones que de otro modo resultarían insoportables. Sin embargo, no resuelven el problema de fondo. Al reducir la intensidad de los síntomas sin abordar su origen, pueden inducir una falsa sensación de control y postergar la pregunta clínica fundamental: ¿Qué está queriendo decir este malestar?
Además, su uso prolongado implica riesgos reales: tolerancia, dependencia, interferencias cognitivas, o una especie de aplanamiento afectivo que empobrece la experiencia subjetiva. Muchas veces, el paciente termina dependiendo del fármaco para dormir, trabajar o salir a la calle, mientras la ansiedad sigue latente.
Un soporte transitorio
Desde la perspectiva psicoanalítica, los ansiolíticos no se excluyen de plano. En ciertos casos pueden funcionar como soporte transitorio, siempre que su uso se inscriba en un proceso de trabajo subjetivo. Pero cuando se convierten en única respuesta frente al malestar, cronifican la evitación y refuerzan la desconexión del paciente con aquello que le ocurre.
Numerosos pacientes que consultan lo hacen después de haber probado diversas medicaciones o técnicas sin resultados duraderos —pastillas, pautas de control, estrategias de gestión— sin lograr que la ansiedad ceda de manera significativa.
El psicoanálisis propone escuchar la ansiedad, no como un simple desajuste químico, sino como una señal que merece atención ser interrogada.
Inicio del tratamiento y consideraciones prácticas
¿Te interesa comenzar?
La primera entrevista es gratuita.
Es un espacio para escuchar lo que te pasa, sin etiquetas ni compromisos.
¿Qué puedes esperar?
Conversaremos sobre tus motivos de consulta, tus preguntas y el tipo de trabajo terapéutico que puede ofrecerte este enfoque.
¿Cómo solicitarla?
Puedes escribir o llamar al número que figura al final de esta página.
También puedes optar por una sesión online, segura y confidencial.
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Enlaces de interés
🔗 Prevalencia de la ansiedad
Distribución global de la ansiedad por regiones y continentes, según fuentes oficiales de salud pública.
🔗 Salud mental y uso de psicofármacos en España
Datos actualizados sobre prevalencia de trastornos mentales y consumo de ansiolíticos, por edad y sexo.
🔗 Ansiedad, depresión y estrés en Europa
Comparativa epidemiológica entre países europeos. Fuentes: Eurostat, OMS y estudios multicéntricos.
Enlaces de interés
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Comparativa epidemiológica entre países europeos. Fuentes: Eurostat, OMS y estudios multicéntricos.
Mónica Pereira Vaccaro – Psicóloga Sanitaria, Psicoanalista
Av. Diagonal, 296, Entresuelo 2 (E2), 08013 Barcelona
Cómo llegar:
Metro: L1 Glòries, L2 Monumental, L5 Sagrada Família
Bus: 7, H12, H10, H14, V21, V23, V25, D50
Renfe: Clot
Barrios cercanos: Sagrada Família, Clot, Fort Pienc, Sant Martí, Eixample
